¿Cómo superar la ansiedad, los celos, el enojo y los recuerdos?

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Vivimos, decía el colega mexicano Enrique Guinsberg, en una sociedad «light». Todo se volvió superficial, liviano, carente de consistencia. Soñamos con alcanzar la plenitud al mismo tiempo que nos comprometemos en situaciones conducentes al punto opuesto. Descuidamos el ser y nos concentramos en tener. La «profecía» del pensador Henry Marcuse se cumplió: nos «emancipamos» solo para convertirnos en esclavos del consumismo. «Soy libre«, pensamos, «para elegir el celular que yo quiero«, sin siquiera comprender que estamos siendo llevados a elegir el aparato que otros quieren que elijamos.

Unos sufren de ansiedad, otros son dominados por el demonio de los celos. Están los que no controlan sus enojos y los que no logran conciliar el sueño, gracias a todos esos recuerdos que se resisten a desaparecer. Algunos, emulando a los famosos y muy atractivos mártires, decidieron dejar de luchar. Confundieron aceptación con conformismo. Intentan, día a día, metabolizar sus malestares. Y la sociedad, más patologizante que benevolente, nos ofrece un catálogo de distractores: drogas (sean estas lícitas, ilícitas o prescritas), religiones que adormecen y espiritualidades que confunden. Es que una sociedad conformista y conformada por personas enfermas es más fácil de controlar. Lean «Un mundo feliz» de Huxley, en caso que consideren esto demasiado cáustico.

Alguien podría argumentar: «yo siento que ahora la gente quiere estar mejor«. Diría que sí y que no. Sí quieren, pero no se comprometen. En una sociedad light, todo debe ser «express». Creo que nos sigue dominando el pensamiento mágico. Continuamos esperando milagros, pociones curativas instantáneas, sabiduría de generación espontánea. Anhelamos el bienestar, siempre y cuando no nos tome mucho esfuerzo. Andamos buscando atajos, fórmulas, ideas que no requieran de demasiado compromiso por nuestra parte.

Y sin embargo, como colmo de la ironía, todos esos que reifican la maravillosa oportunidad que tenemos de adormecer nuestros dolores con píldoras, olvidan que ni siquiera esos tratamientos funcionan inmediatamente. Un antidepresivo requiere de una ingesta continuada de mínimo 3 semanas. Sí, 22 días, para empezar a experimentar algún nivel de mejoría. Y en muchos casos más. Y en algunos casos no llega a suceder. Es que si tomáramos decisiones con la disciplina con que tomamos pastillas…

En esta era de la información -cuidado, información no necesariamente se traduce en conocimiento y menos aún en sabiduría-, nos enfrentamos a un nuevo modo de «autocurarnos». Ahora nos volvimos fans a leer sobre nuestros males. Los anaqueles en las librerías dedicados a «autoayuda», «mejoramiento personal», «paz interior», «relaciones exitosas», nunca se llenan de polvo. Los ejemplares allí colocados duran poco, hasta que alguien, llevado quizás por el desconsuelo y el cansancio, continúa buscando ese libro que, no solo le enseñará, sino que le aliviará de la carga de sus pesos emocionales. Pero ese libro no existe. Algunos pensarán -cada día menos-: «claro que existe, ¡¡¡La Biblia!!!«, pero ustedes saben lo que opino al respecto. Dudo de la biblioterapia, pero dudo mucho más de la autobiblioterapia. Y no es que no suela recomendar en algún momento alguna lectura. Existen algunas tremendamente edificantes. Es solo que el modo de dominar nuestros ruidos internos requiere de mucho más que dos o tres textos de esos, cuyos títulos, inducen a la esperanza al iniciar y generan una lesión en las expectativas al finalizar.

Ya lo entendieron. Esta muy humilde -y espero realista- publicación no les va a compartir cómo superar ni la ansiedad, ni los celos, ni el enojo, ni los recuerdos. Desconfíen de todo texto que les asegure haber encontrado la fórmula. No todas las ansiedades son iguales, no todas proceden del mismo origen, no a todos nos enoja lo mismo, no todos contamos con la misma capacidad para avanzar, no a todos nos enseñaron a discernir los celos del amor. La especificidad de aquello que nos sucede no podrá nunca ser contemplada por un texto, escrito por alguien que nunca ha interactuado con su lector. Insisto, no desestimo el maravilloso hábito de la lectura. Solo pido que no le pidan a un libro trabajar en algo que le corresponde al lector.

¿Y cómo trabajarlo? Existen muchos modos. Algunos más científicos, otros más místicos. Sin embargo, yo no me preguntaría eso… aún. Yo empezaría por una pregunta menos ambiciosa y aún así fundamental: ¿cuándo vamos a empezar a trabajarlo, a trabajarnos?. Cuando obtengan esa respuesta, podremos, ahora sí, pasar al cómo.

El bienestar está reservado para los que se comprometen consigo mismos. Los milagros, no sé si existen, pero en el campo de la salud mental surgen con escasa frecuencia (nunca he visto uno). Esperar un milagro, desde mi óptica, parece negligente.

Claro que el título de esto es engañoso. Tan engañoso como los libros, talleres y retiros en los que ofrecen curaciones en un par de días, 4 ayunos u 80 páginas.

Allan Fernández, Psicoanalista y Asesor Filosófico / Si querés sostener una consulta individual para profundizar en esto, podés contactarme a través de este enlace. También podes seguirme a través de FacebookInstagram, suscribirte a mi boletín y/o visitar mi página profesional.