El aterrador miedo a la soledad

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Seamos honestos, pero realmente honestos: ¿cuántas personas habrán encontrado a la persona que andaban buscando en el momento en que decidieron buscarla? ¿Lo entienden? Querría ver una estadística que nos aporte alguna esperanza: «de 10 personas urgidas de emparejarse, 6 lo consiguieron tiempo después de proponérselo«, por poner un ejemplo.

Para complejizar el asunto, preguntaría además quienes, luego de encontrar a esa otra persona, se sentían realmente complacidas con su hallazgo. Cuántas de esas personas, luego del embriagante efecto del enamoramiento (primeras semanas), sentían el deseo de sostener esa relación. Cuántas lo veían como un proyecto, como algo a consolidar. Cuántas además contaron con la suerte de encontrar a alguien que también quisiera trabajar en dicho proceso de consolidación.

Lo he dicho varias veces: la vida es una serie de tropiezos. Unos gloriosos, otros dignos de ser olvidados. Yo continúo sosteniendo que, excepto la paternidad, que es algo que busqué con total conciencia, el resto de aspectos de mi vida realmente importantes surgieron de la nada, de modo imprevisto, sin que yo pudiera anticipar su aparición. Yo no tenía planeado ser psicólogo, nunca consideré seriamente la opción de casarme con alguien, ni por asomo presupuesté escribir notas como esta que usted está leyendo y así podría continuar. Menciono estos tres ámbitos particulares, ya que han sido tres muy felices casualidades, que sin duda han re-configurado quién soy en estos momentos. Y aún cuando me siento muy complacido con mi vida actual, me emociona reconocer todos esos nuevos elementos que vendrán indefectiblemente a cambiar mi realidad (tomando en cuenta que nunca he podido ser un optimista, no puedo dejar de considerar que algunos de esos elementos no la cambiarán de modo agradable). Eso se lo debo a la filosofía: me enseñó a ser realista.

Seamos entonces realistas, lo cual en nada contradice su deseo de ser optimista, si así usted lo desea: no necesitamos la estadística que mencioné en el primer párrafo. Pocas, muy pocas personas han encontrado a esa persona que andan buscando solo por decidir buscarla. Han encontrado personas, pero no a «La» persona. ¿Razones? Se me ocurren dos:

  1. En un sentido estadístico, como vengo compartiendo desde hace meses, no es este el mejor momento para encontrar personas realizadas, serenas, con un grado básico de equilibrio en sus diversas áreas existenciales
  2. En un plano más metafísico, utilizando una precisión del Dr. Jung (discípulo favorito de Sigmund Freud), todo en la realidad responde al concepto de sincronía. Según él, (nos) suceden cosas que no siempre responden a la ley de la causa y el efecto. Las consideramos azarosas precisamente porque no conocemos las razones por las cuales suceden. Suelo recomendar una película de finales del siglo XX en que se ve claramente esto de cómo un simple evento cambia radicalmente la vida de varios personajes. La película se llama «Sliding Doors» (en este enlace podrán ver un adelanto de la misma, si es que desean buscarla).

Algunas veces me han preguntado si creo que alguien puede enamorarse a primera vista de otra persona. Siempre respondo lo mismo y siempre recibo la misma reacción de insatisfacción: enamorarse a primera vista es enamorarse. Es que el enamoramiento es eso: quedar capturado por la presencia de esa otra persona, por su capacidad de generar atracción en mí. Lo que sucede es que eso, «on the long run» como dicen los angloparlantes, no asegura nada. Las relaciones no se alimentan del enamoramiento, sino del amor. Cuando la embriaguez propia del enamoramiento decae (siempre decae, es una cuestión física incuestionable), es ahí donde veremos si esas dos personas están dispuestas a luchar por sostener el proyecto, aún y en ausencia del arrebatamiento de los primeros meses. La relación, para mí, es lo que sucede de ahí en adelante. El enamoramiento es una especie de «periodo de prueba». Un «preview». Y ni siquiera uno que anticipe cómo será el resto de la relación, ya que, como he subrayado dos veces en este mismo párrafo, en el enamoramiento las dos personas están siendo controladas por influencias que tarde o temprano desaparecerán.

Aunque muchos y muchas no deseen aceptarlo, la necesidad de emparejarse es vivida más como una especie de seguro contra la soledad que como un verdadero proyecto a compartir. De un modo utilitario, salimos al gran mercado social a ver si coincidimos con alguien que desee curarnos de nuestros miedos. Es realmente como salir al supermercado: llevamos un presupuesto de promesas, situaciones y planes con la esperanza de que alguien quiera cambiar eso por compañía.

Cuando descubrí que en Japón, aproximadamente en el 2050, más del 70% de las personas adultas vivirán completamente solas, entendí por qué desde hace algunos años ya existen empresas que alquilan, desde acompañantes para eventos sociales, hasta familias completas. Sí. Leyó usted bien. En Japón usted ingresa a un sitio de internet, comparte la información de su tarjeta de crédito, su dirección y sus gustos y, poco tiempo después, recibirá dos cosas: una factura electrónica en su correo electrónico y el llamado a su puerta, ya sea de una sola persona o de un grupo de ellas, actores profesionales éstos, que por el tiempo que usted pagó, le harán sentir, ya sea que encontró a esa persona o incluso que cuenta con una familia nueva. Ellos se sentarán a comer con usted por las noches, discutirán por el modo en que deja usted la ropa sucia tirada por el cuarto, etc.

Leí hace unos días un artículo interesante en que se planteaba que la soledad, al no ser elegida, se convierte en un predictor de demencia a posteriori. De ser esto así, ¿estamos en estos momentos solidificando nuestras relaciones sociales lo suficiente como para no terminar solos, en unos 20 años, conversando con «Siri» o con «Alexa»?

Y más importante aún: ¿estamos realmente poniéndole la misma atención al resto de nuestros ámbitos: salud, tanto mental como física, desarrollo profesional, amigos, familia, pasatiempos, ocio, etc.?

Allan Fernández, Psicólogo Clínico / Facebook

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