El ciclo de ¿la vida?

Tiempo de lectura estimado: 11 minuto(s)

Hace unos días acompañé a mi hija a una excursión de su escuela. Era una oportunidad para estar con ella y de paso, respirar aire puro. En algún momento, el guía, nos explicó el ciclo de vida de las mariposas, proceso de transformación que finaliza al momento de su muerte, el cual puede acelerarse -en caso de los machos- al procrearse. Sí, así es. Las mariposas macho (no se si todas las especies o se refería a una en particular) viven más si no se aparean…

Rodeado de niños de primaria, algunos emocionados, otros cansados por la caminata, me quedé reflexionando en esto. NACER, CRECER, REPRODUCIRSE, MORIR. Me da la impresión de que los niños no repararon lo suficiente en esto, lo cual está bien. Siendo que ellos están equipados para mantenerse instalados en el presente, lo que llegue a suceder en el futuro no es algo que les atormente demasiado, como tampoco lo es aquello que ya sucedió. Un niño cuenta con la vital capacidad de estar aquí, la cual irán perdiendo poco a poco… desgraciadamente. De una mente diseñada para sacar provecho de los acontecimientos del ahora, en algunos años -meses incluso- se irá gestando un proceso mentalmente involutivo en el que, tanto lo sucedido como aquello por suceder, empezará a cobrar más importancia que lo que está sucediendo. Allí se creará el terreno fértil para toda clase de problemas emocionales: ansiedad, miedos, angustia, fobias, parálisis, etc. Recuerden que se los he mencionado en varias ocasiones: la sociedad nos quiere enfermos. La cantidad de pastillitas que la industria farmacéutica produce requiere ser consumida por alguien. Oferta y demanda: nos enseñan a temer para luego vendernos la «solución», la cual en muchos casos se vuelve peor que el problema inicial.

No puedo evitar observar lo que me rodea. En esta ocasión fue fascinante el percibir cómo a tan corta edad ya se observan rasgos claramente particulares en ellos. Ya vas vislumbrando al arriesgado, a la líder, al histriónico y a la introvertida. En términos de personalidad, 9 años es un momento emocionalmente trascendente: inicia la migración de la niñez a la pubertad. Esos niños y esas niñas se verán arrastrados por un empuje, social y biológico, que los llevará a definir, ahora sí, sus rasgos propios, en el momento de la adolescencia.

¿Cuántos de ellos, pensé, lograrán ser felices? ¿Habrá ya en este grupo, en esta pequeña muestra, alguno o alguna que ya no es suficientemente feliz? ¿Será posible que alguno de estos pequeñines no disfruta lo que le sucede, no se ilusiona con aquello que está experimentando? ¿Podría incluso alguno estar empezando a padecer los efectos de la apatía, del desgano, de la desidia? No lo sé. Estadísticamente es probable que así sea… y no creo que sea solo uno. La depresión adolescente, muchas veces, es simplemente una condición no tratada en la niñez. En muchos casos por ignorancia, en otros por negligencia (en países de primer mundo, el consumo de antidepresivos EN NIÑOS ha crecido exponencialmente).

¿Cuántos de estos niños observan la pasión en sus padres? ¿Cuántos se ven irradiados por su desgano, por su derrotismo? ¿Cuántos niños escuchan a sus papás asegurando que el domingo es el peor día, ya que mañana iniciará de nuevo ese infierno personal llamado trabajo? ¿Cuántos observarán cómo sus padres llegan de sus oficinas, hartos de estar sentados frente a una pantalla, a hundirse en otra pantalla, sea la del celular, la tablet, la computadora o el televisor? ¿Cuántos niños serán hijos de seres vivos que un día nacieron, por inercia crecieron, tuvieron la idea de procrear -o sucedió por falta de esmero- y hoy pareciera que simplemente están haciendo tiempo mientras la muerte los alcanza?. El ciclo de la vida, visto de este modo tan sombrío, debería llamarse el embalaje hacia la muerte.

Y sí, es sombrío. Tan sombrío como las vidas de miles de personas que todos conocemos (con la firme esperanza de que no sea usted uno de ellos), los cuales se ven arrastrados a un estilo de vida en que todo se promueve menos la vida misma. Bien lo dijo un querido amigo: de niño nos enseñaron de todo menos cómo ser felices. Profunda y aterradora reflexión.

Pero no todo está perdido. Si no sos papá o mamá aún, podrías iniciar un proyecto existencial en el que la realización sea el objetivo. Si ya sos papá o mamá, podrías al menos confesar-te que se requiere cambiar, que debe haber alguna vía gracias a la cual aportarle vida a ese insulso transitar en que cada momento del día es menos interesante que el anterior. ¿Cómo que no se puede? Claro que se puede!!! Es que el sistema te quiere hacer creer que no hay escape…

Allan Fernández, Psicólogo Clínico / Facebook / el otro blog