El peor momento para relacionarse…

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… creo que este, el actual.

Permítanme aclarar algo: con todo y lo seductor que resulta la idea de la reencarnación, mi muy básica mente no logra aceptar que algo así pueda llegar a suceder(me), así que al afirmar algo de modo tan contundente, cualquiera podría interpelarme, ¿con cuál otro momento estoy comparando la actualidad, para llegar a tan osada afirmación?. Tendría razón. Así que, para no rivalizar, tomen lo que están a punto de leer como una simple opinión, de un tipo al que le parece valioso observar lo que sucede en la sociedad que lo circunda.

¿Qué humaniza al cachorro humano? La interacción con otros seres humanos. Es definitivo. Tendremos que esperar a que en lugar de madres se puedan adquirir nodrizas robóticas y luego, unas décadas después, observar si esos niños, ayunos de contacto humano, crecieron mejor o peor. Sé que suena muy «ciencia ficción», pero no lo descartaría (tampoco lo estoy promoviendo). Somos humanos en la medida que nos asumimos parte de un entramado, en que otros seres, humanos también, interactúan con nosotros. Ustedes pueden llamarle sistema, sociedad, superestructura o como quieran. Un pequeño homo sapiens, desprovisto de ese contacto inicial, podría parecerse más a un animal salvaje que a un humano (si les interesa esto, pueden buscar la historia de Victor de Aveyron).

Los otros son ese espacio en el que nos vamos construyendo. Nos identificamos, apropiándonos de rasgos, ideas y reacciones, primero de nuestros padres, luego de nuestra familia, posteriormente de los que nos topamos en el sistema educativo, barrio, ciudad, país, etc. Como podrán ver, somos, gracias a la influencia de los otros. Sin ese espejo que los otros son para nosotros, sería difícil que lleguemos a ser, al menos en términos sociales. De ahí que afirme con frecuencia que nuestra personalidad no es mas que un «collage». En algunos, uno muy estético. En otros, un completo desastre.

Pero -ustedes se preguntarán-, más allá de este informal preámbulo sociológico, ¿y qué con las relaciones actuales? El ser social actual (prometo desarrollar esto luego) hoy en día busca lo emocionante. Lo que en términos neuronales produzca una sensación de placer, es lo único que parece importante (sistema de recompensa). Estamos condicionados a otorgarle más valor a lo instantáneo que a lo duradero. TODOS QUEREMOS SENTIRNOS BIEN… YA!!! Urge alcanzar dicho estado. Si algo no me provee, en estos momentos, de algo similar a lo placentero, pierde valor inmediatamente. Además, lo habrán notado, requerimos de la presencia total de eso que nos otorga seguridad. Basta que nos alejemos -o que eso se aleje- de dicha zona de confort y nuestro mundo tiembla. Si lo observan con cuidado, en un nivel psíquico, reaccionamos infantilmente. El bebé humano solo conoce dos estados: placer y displacer. Presencia y ausencia. Pues bien, los adultos actualmente emulan dicha lógica. Quieren todo el placer y nada de displacer.

Alguien podría preguntarme: «¿y vos no?«, Pues claro. La diferencia -gracias budismo!- es que ya entendí que es im-posible. No hay forma de vivir solo rodeado de momentos placenteros. La vida es luz y sombra. El universo no me va a aportar aquello que yo considere merecido -o al menos necesario- solo  porque yo sea un buen prójimo (ya escribí al respecto). Pero encuentro otro factor: la tecnología celular se volvió más atractiva que la misma interacción social. En los momentos aburridos de toda relación humana -amorosa, familiar, laboral, fraterna, cívica-, el «zoon politikon» actual, pensando que existe algún tipo de relación en que el aburrimiento no se presentifique, desecha relaciones potencialmente beneficiosas, a la espera de esa Relación en que, pase lo que pase, el placer y la satisfacción no desaparecerá. Error: darle más valor a la fantasía que a la realidad. Resultado: al descuidar cada relación, por negligencia o por voluntad, se apuesta mas y mas por la soledad.

No. No existen relaciones que puedan competir con la descarga de oxitocina que genera el uso continuado de redes sociales. Quiero decir: la oxitocina que genera cada nueva relación, al ir disminuyendo -es inevitable-, nos va a solicitar solidificar cada uno de nuestros lazos sociales en algo mas que la pura sensación de placer. Tengo muy pocos amigos, pero son maravillosos. Nos conocemos desde hace décadas. No fue tan fácil como «aceptar solicitud». Tengo 27 años de conocer a mi esposa. Una maravilla de compañera. Hemos pasado momentos durísimos. Tengo más de 15 años de ejercer mi oficio de terapeuta. No podría dedicarme a otra cosa. He atravesado temporadas francamente desesperanzadoras.

Este es el peor momento para relacionarse… la vida no puede ser emocionante 24/7 y la tecnología nos deshumaniza cada día. La única solución: madurar, como individuos y como sociedad.

Allan Fernández, Psicólogo Clínico / Moderador de la comunidad virtual Dimensión Psiconáutica / Podés seguirme a través de Facebook

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