El problema no es la ansiedad, sino el estrés

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De mi época de estudiante de neuropsicología aún recuerdo la importancia otorgada al sistema endocrino (hormonas), incluso por encima del sistema nervioso mismo. Luego lo comprendí. La secreción de hormonas es la estrategia gracias a la cual el cerebro motiva diversas reacciones en nuestro cuerpo. El cortisol posee una función, así como la serotonina, la adrenalina, las endorfinas, etc. Desde este punto de vista, y en esto no existen diferencias de género, somos seres tremendamente hormonales. El ciclo masculino hormonal humano, quizás usted no lo sepa, tiene una duración de aproximadamente 23 días. En «esos días», algunos se vuelven más iracundos y otros más antisociales… mas aún de lo que solemos ser por «default».

En la cátedra sobre «neurofisiología del estrés» algo quedó claro desde el inicio: la reacción del estrés la encontramos en todos los seres vivos. Ingentes estudios incluso han demostrado cómo las plantas sienten estrés, producto de factores medioambientales. Igual encontraremos reacciones de estrés en seres vivos con sistemas nerviosos mucho más arcaicos: peces, crustáceos, aves, etc. Es que el estrés es fundamental: nos ayuda a no ser capturados por el depredador de turno. Sin este mecanismo tan sofisticado, no estaría yo aquí digitando ni usted intentando poner atención.

Sobre la adrenalina no pienso detenerme. Creo que todos conocemos, en mayor o menor medida, cómo se siente un «rush adrenalínico», sea cuando nos hemos encontrado en peligro o cuando nosotros mismos nos colocamos en una situación potencialmente peligrosa (conducir a alta velocidad, lanzarnos en un parapente o coquetear con la persona indebida). Prefiero colocar el acento en el cortisol. En mis épocas de docente me gustaba ofrecer estos resultados científicos, los cuales se los debo al señor Eduardo Punset, director del programa «Redes»: al exponer a una rata embarazada a audios de gatos en actitud de caza, logró observarse cómo su progenie nació, desde el parto mismo, con muy altas concentraciones de cortisol en su sangre. En síntesis: las emociones de la madre afectan la configuración hormonal de sus hijos. Y sí, si lo está pensando en este momento, tiene usted razón: en los humanos sucede algo similar.

Pero entonces, podemos entender que una rata tema a un gato. Pero el ser humano, ¿a qué le teme?. Para ofrecer esa respuesta me voy a apoyar en un libro maravilloso, escrito por el profesor Robert Sapolsky, neurobiólogo de la prestigiosa Stanford University. Su texto lleva por título: «¿por qué las zebras no sufren de úlceras?«.

En este, el Dr. Sapolsky ofrece una tesis (en realidad ofrece muchas, yo me centraré en una) altamente sugerente que me permitirá, espero, demostrarles por qué tanta gente sufre de estrés: los animales temen a sus depredadores, pero no andan pensando en eso todo el día. Cuando se lo topan emprenderán la retirada. Si lo hicieron en el momento indicado, se salvarán, y su vida, ubicada en un constante presente, continuará hasta el momento en que se vuelvan a ver enfrentados a una situación estresante. Si no fueron exitosos, no tendrán de qué preocuparse, ya que morirán. Así de simple. La zebra no sufre de ansiedad y por ende tampoco de hipertensión, insomnio, ansiedad ni disfunción eréctil. Es que solo conoce el presente. Cuenta con una serie de instintos. No le hace falta ser inteligente. Sí, leyó bien, decir de un animal que es inteligente podría ser una atribución exagerada. Ahora, si usted desea continuar pensando que su perrit@ es muy inteligente porque mueve la cola cada vez que usted llega a casa, no se preocupe. Puede continuar pensándolo, aunque científicamente dicho movimiento muscular tenga poco que ver con lo que se suele considerar un acto inteligente.

«¿Cómo pretende usted?«, me han interpelado varias veces, «¿curar el estrés en una sociedad como la actual?«. En realidad no pretendo eso. El que se debe curar del estrés es el consultante. De nuevo me interpelan, «pero, ¿cómo?«. Fácil: primero detectando hasta qué punto dichas reacciones fueron familiarmente aprendidas. Para eso contamos con varias estrategias psicoterapéuticas.

Pero eso no alcanzará. Las terapias centradas en la historia del consultante pueden resultar innecesariamente extensas y poco efectivas. Repasados algunos aspectos familiares, debemos abocarnos a incorporar técnicas -científicamente demostradas- altamente eficaces para controlar el estrés (deseando, claro está, que la persona pueda mejorar sus entornos: laboral, sentimental, social, etc.). La clínica en este sentido no da espacio a la duda: el estrés es controlable, aunque el sistema intente, muchas veces de modos exitosos, enfermarnos. Y si usted me viene siguiendo ya sabrá por qué el sistema nos quiere estresados.

Ah, casi lo olvido. El título sí… el título. Bueno, es que la causa de la ansiedad es el estrés. No podrás controlar lo segundo sino aprendés a dominar lo primero.

Ah, perdón. Estoy fatal. Preguntaba hace unos párrafos, ¿a qué le teme el ser humano? Creo que se obtiene por contexto. Tememos al futuro. Nos enseñaron tanto a planear nuestra vida -lo cual además es materialmente imposible- que nos dañaron una parte de nuestra fisiología. Hoy en día, encontramos depredadores por doquier… una inmensa mayoría, alojados en nuestra propia mente.

Allan Fernández, Psicoanalista y Asesor Filosófico / Si queres sostener una consulta individual para profundizar en esto, podés contactarme a través de este enlace. También podes seguirme a través de FacebookInstagram o suscribirte a mi boletín quincenal.

Fotografía tomada por Juan Pablo Arenas a través de Pexels

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