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¿A ustedes no les escandaliza encontrarse la palabra «ansiedad» a la par de la palabra «adolescente»? ¿O «depresión» seguida de «infantil»? ¿Y qué me dicen de «diabetes» seguida de «en la temprana adultez»? Quizás por considerarme un terapeuta integral no puedo hacer caso omiso de dichas combinaciones. O quizás es por ser papá, realmente no lo sé. Lo que sí sé es que estos fenómenos hace 35 años no eran fáciles de observar. Algo cambió. Las patologías reservadas a la adultez y a la vejez se adelantaron.
Si la salud es un concepto integral, no podemos comprender el desequilibrio -enfermedad, malestar- de modo aislado. Quiero decir que existen problemas mentales producto de la mala alimentación (tema al que me referiré próximamente). Encontramos problemas físicos propiciados por el ambiente -el físico y el emocional-. Existen problemas sociales fomentados por la sobre-exposición a aparatos electrónicos, etc. Lección de salud integral 101: poseemos un cuerpo, generamos productos mentales -ideas, emociones, miedos, sentimientos, fobias, etc.- y habitamos un entorno social -familiar, educativo, laboral-. En síntesis: algunas personas se enferman por lo que comen, otros por el ritmo y lugar en el que trabajan, otros por el influjo de su familia, etc. Como podrán ver, la psicoterapia integral intenta ir más allá del quebranto psicológico. Es que lo psicológico es solo un aspecto del ser humano, el cual determina y es influenciado por el resto de esferas de acción en las que nos desenvolvemos.
¿Saben lo que es la «generación de interiores»? Deberían. A mí me resultó tan escalofriante como esclarecedor. Pueden observar este pequeño corto en youtube. El ser humano, evolutivamente comprendido, requiere del contacto con la naturaleza. Es así de sencillo. Somos animales, somos mamíferos. Un poco más avanzados cognitivamente hablando -aunque a veces no parezca-, pero primates al fin. Y los primates requieren de su hábitat natural. Encerrados como estamos en estos momentos, no faltó mucho tiempo para que dicho confinamiento nos empezara a enfermar: obesidad, diabetes, depresión, fobias, manías, falta de control emocional. ¿O no? Nos levantamos en un barrio o condominio en el que ya casi nadie quiere interactuar, nos subimos rápidamente al carro para así evitar el contacto social, pasamos las horas muertas en embotellamientos, sintiendo como el hastío, la frustración y hasta el enojo se vuelven nuestro estado natural. Luego en el trabajo, nuestro encierro de mañana y tarde, el cual nos dejará escapar -hasta el siguiente día- y gracias a esto ir a encerrarnos, sea al gimnasio, al bar o a la sala de nuestra casa. Al final, a dormir algunas horas gracias al influjo de alguna pastilla para mañana empezar de nuevo. Semejante escenario, al mejor estilo de Orwell o Huxley, despedaza emocionalmente a cualquiera.
He escuchado personas que me piden enseñarles a mantener la calma en trabajos en que lo recibido en dólares es directamente proporcional al nivel de esclavitud soportado. No faltará la persona que intenta maquillar la toxicidad de su relación con viajes y fotos en redes sociales. Y conocemos a cientos de personas deprimidas por su apariencia personal, sucumbiendo diariamente a la seducción de las cadenas de comida rápida. Personas que están hartas de su ansiedad y la intentan aplastar con el peso de algún folletito de autoayuda. Jóvenes que se suicidan en dosis, sea con drogas y/o conductas autodestructivas.
El doctor Qing Li ha estado estudiando el efecto que produce el enfrentamiento con la naturaleza, en términos de salud integral. Acuñó el concepto de «shinrin-yoku» (baño de bosque). De un modo sistemático, científico, ha logrado demostrar que el solo contacto con espacios libres del ruido de las orbes, genera una disminución en la secreción de la hormona cortisol (estrés, miedo) y hasta promueve la producción de un tipo de células, encargadas de robustecer nuestro sistema inmunológico, gracias a la captura, por vía aromática, de unos pequeños componentes llamados fitoncidios.
Entonces… menos sillón, menos Netflix y más verde. No nos autoengañemos. No es que los bosques japoneses sean más bonitos que los nuestros (en realidad no tengo idea). Es solo que muchos de nuestros problemas actuales se verían al menos atenuados si volviésemos a lo que nos resulta natural, sin que tengamos que volvernos activistas de «greenpeace». Dos horas de contacto directo con la naturaleza nos permitirá, según el doctor Li, desintoxicarnos de toda esta manía tecnológica que tanto nos enferma en varios niveles.
Nuestro trabajo existencial es acercarnos lo más posible a ese estado de equilibrio en que lo físico, lo mental y lo social encuentran su nivel de funcionamiento deseado. Cada nivel es importante. Lo físico merece cuidado, pero no más que lo mental. Con lo social sucede lo mismo. Y la responsabilidad es de cada uno de nosotros.
Allan Fernández, orientador filosófico / Podés seguirme a través de Instagram y Facebook o suscribirte a mi boletín semanal.