Tiempo de lectura estimado: 13 minuto(s)
Bueno, espero que sí. No se justificaría tanta ansiedad, tanta angustia, tanto miedo, si a la postre, cuando todo esto haya acabado, las cosas continúen como antes. Deseo pensar que esto no se parecerá a tantas historias de personas que fueron diagnosticadas con algún padecimiento muy serio, las cuales se asustaron y cambiaron, sólo para luego -una vez curados- sucumbir a sus antiguos patrones de comportamiento. Sería un verdadero sinsentido…
Este tiempo de pandemia me ha dado la posibilidad de reflexionar qué podemos sacar de esto. Yo observo una gran enseñanza. Lo descubrí una mañana, del modo más inadvertido. Caí en cuenta que esta crisis mundial, a algunos, nos recordó algo que ya sabíamos -teóricamente-, pero no estábamos poniendo en práctica: debemos aprender a PONER ATENCIÓN en cada cosa que hagamos.
Antes de que todo esto nos tomara -A TODOS- por sorpresa, la posibilidad de hacer las cosas en automático era un lujo que todos nos podíamos dar: la distancia respecto a las personas que nos topábamos, la posible suciedad de los botones del cajero automático o el volante de nuestro propio automóvil en ningún momento nos quitó el derecho de hacer varias cosas a la vez. Sí, me refiero a ese famoso «multitasking» que tantos admiran (no soy yo uno de ellos). Actualmente (y por un buen tiempo), no poner atención podría cobrar vidas humanas: la propia, la de otras personas, ¡¡¡la de los nuestros!!! ¿Cómo minimizar dicho riesgo (ya que no podemos hacerlo desaparecer)? Debemos dirigir nuestra atención a cada cosa que hagamos. Ser distraído, ser disperso, es hoy en día un riesgo, un mal a evitar, un vicio.
Es del Zen del que aprendí que el verdadero aprendiz de maestro (todos lo somos, aunque no lo sepamos) es aquel que cuenta con el poder de dirigir su atención a discreción. Volverse imperturbable. Evitar que lo no importante no robe la atención a lo verdaderamente esencial. Y es que nadie nos preguntó si estábamos preparados para tomar control de nuestra mente. Simplemente tenemos que intentarlo, tantas veces como sea necesario. Los que ya lo hacían con facilidad nos llevan una gran ventaja. Los que no… tenemos que buscar el modo. Los distractores siempre van a estar ahí. ¿Podemos evitarlos? Eso, hoy en día, es un asunto de vida o muerte.

Cuando estemos descansando, que estemos (solo) descansando. Cuando estemos trabajando, que estemos (solo) trabajando. Cuando estemos comiendo, que estemos (solo) comiendo. Cuando estemos conversando, que estemos (solo) conversando. Se escucha fácil. Es en realidad dificilísimo. Muchos han intentado convencernos de las ventajas de hacer varias cosas a la vez. En estos momentos de confinamiento, hacer varias cosas a la vez no es ni necesario, ni deseable. Contamos con tiempo, quizás como hace muchos años no teníamos. Nos quitaron una serie de tareas externas que nos hacían perder horas por día. Entonces, todo ese tiempo, ¿nos suma a nivel de regocijo existencial o simplemente lo llenamos con nuevas y neuróticas tareas y compulsiones?
Nadie cuerdo debería pensar que esto a lo que estamos enfrentados es fácil. Es claro que no lo es. Nunca como hoy es imposible predecir, no digamos el futuro lejano, sino lo que sucederá mañana. «Vivir el presente… estar en el aquí y en el ahora… carpe diem». Como slogans no sirven para nada. Necesitamos hacer de esas frases nuestra brújula existencial. Tomar conciencia del ya. Esa creo que es la clave.
Escribiendo esto pensé que puedo aventurarme a extraer una segunda enseñanza. Recordé un viaje en el que una persona muy sabia nos enseñó que el ser humano siempre busca refugiarse. Es un modo de evitar la realidad. Te podés refugiar en la pareja, en el trabajo, en las drogas, en los videojuegos, en la comida, en las redes sociales, etc. Para el budismo, el ritual de «toma del refugio» es el momento en el que, luego de un largo proceso de reflexión y práctica (meditación), se decide abrazar la visión de mundo propuesta por dicha filosofía.
Le he compartido a mis consultantes que podemos tomar este momento como una especie de toma de refugio -sin religión incluida-. Reflexionemos, practiquemos (meditación, oración, canto, guitarra, abdominales, ajedrez, cocina etc.). Pero, sobre todo, aprendamos de una vez por todas a intentar al menos estar en el presente. Nunca como hoy el pasado quedó atrás y del futuro no sabemos absolutamente nada. Cuando salgamos de este refugio impuesto, podremos, si hicimos las cosas bien, salir menos extraviados que como entramos.
Es mi deseo honesto que todo esto realmente sume a nuestras vidas. A los que han perdido seres queridos, mi abrazo fraternal a distancia. A los que tenemos gente a nuestro cargo, el deber de poner(nos) atención. A los que se encuentran atravesando esto sin nadie que les acompañe, no desfallezcan. Esta temporada irremediablemente llegará a un final. Propongámonos llegar mejor (mental y físicamente) a ese momento, para que podamos celebrar… y continuar ganando en consciencia. Es que si no ganamos en consciencia, habremos perdido.
¿Hemos aprendido algo de todo esto? Estoy seguro que sí.
Allan Fernández, Psicoanalista y Asesor Filosófico / Si queres sostener una consulta individual para profundizar en esto, podés contactarme a través de este enlace. También podes seguirme a través de Facebook, Instagram o suscribirte a mi boletín quincenal.