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Deseo empezar aclarando que esto no aspira a ser considerado una herramienta diagnóstica. Es, digámoslo así, un comentario de casi 800 palabras de extensión, el cual persigue, al menos, dos objetivos: hacerlo reflexionar y/o acompañarlo un ratito. Tampoco creo que esté de más subrayar el hecho de que voy a referirme a una generación a la que no pertenezco. A mis cuarenta y cinco años, mis treintas se sienten lejísimos. En algunos puntos ni siquiera me reconozco. No digo que haya evolucionado. Quizás solo me volví más cínico con los años. Cínico en el sentido filosófico: la vida está llena de problemas y la solución a dichas trabas casi nunca se encuentra a mi alcance, razón que me ha llevado a concentrarme más en diseñar una vida sencilla. «Si quieres ser libre y feliz«, pensaban los cínicos, «aprende a necesitar cada vez menos«.
Yo me casé y fui papá en mis treintas, sin duda los dos «highlights» más celebrables de esa década. De la vida de excesos en mis veintes, llegué a los treintas con un deseo de hacer las cosas diferentes. No necesariamente casarme o ser papá. Convertirme en alguien diferente. Quizás el haber empezado formalmente a estudiar filosofía -a mis 33 años, edad harto significativa y hasta cabalística- me permitió diseñar preguntas más sofisticadas respecto a mi existencia. Encontraba un desgaste en ciertos aspectos de mi vida y una sensación de extrañamiento que se acentuaba. Ya casi no creía en nada sobrenatural aún y cuando me daba un poco de culpa reconocerlo. Traté de «creer en creencias» -perdón- más exóticas, solo para descubrir que creer no se me da fácil. Acepté que tenía que diseñar un marco de referencia ético divorciado de cualesquiera enseñanza trascendente. Cambié a los grandes maestros por atribulados pensadores. Me autoproclamé existencialista: si nada tenía sentido más que la existencia, me propuse hacer de la mía una que se ajustara a mis expectativas. Leí y leí y leí, solo para darme cuenta, a mis cuarenta años, que las claves que andaba buscando no están en ningún lado fuera de mí. El deseo de encontrar a un maestro daba sus últimas pataleadas de muerto. «Ni maestros ni dioses», como decía una camiseta que me gusta(ba) mucho. Lo demás, de ahí en adelante, más o menos se los he venido contando en lo que escribo…
Nueve de cada 10 consultantes me visitan por primera vez en estado de crisis. Algunos lo viven de modos más dramáticos. Otros no tanto. Dichas crisis responden a diversos motivos: emocionales, intelectuales, de fe, sociopolíticas, de salud física, artísticas, familiares, etc. Algunos han intentado resolverlas por sus propios medios. Otros se encuentran paralizados. Están incluso los que quisieron con todas sus ganas que la crisis se resolviese solita (casi nunca sucede). Sin embargo, en casi todos los casos encuentro una constante, a saber: esa crisis empieza, cual si fuese un proceso de metástasis, a impactar otras áreas de sus vidas. Empezó siendo laboral y luego se tornó familiar. Inició como algo financiero y hoy se transformó en un enigma filosófico, etc.
La crisis de la mediana edad, tal como solía entenderla, aparecía a la mitad de tu vida, aproximadamente a los cuarentas. Pero algo cambió. Un grupo de nuestra población en sus 30’s parecen estar lidiando con el embate de ciertas preguntas existenciales. Ya consiguieron suplir un buen número de sus necesidades y aún así parecen no ser más felices que antes, cuando no contaban con ninguno de estos «indicadores sociales de éxito». Mi esposa tiene una teoría sugerente: quizás les sucede ya que resolvieron problemas que hace unas décadas tomaban la vida entera. «Resolvieron» su vida solo para darse cuenta que no era nada de eso. La felicidad, la plenitud se encuentra en otra parte. Conocer Bangladesh es fascinante, pero con los días su embriagador efecto se va disipando. Quizás por eso les urge viajar de un lado al otro del globo (lo cual me parece genial). Andan buscando su «fix» al otro lado del avión. Confunden el placer con la felicidad. Y si le sumamos a eso la exacerbada necesidad de compartir TODO a través de redes, pienso que no exagero si propongo que lo exterior no les está permitiendo ponerle atención a lo interior. Sí. Yo sé. Algunos incluso se notan espiritualmente buscando, pero no logran acallar sus malestares.
Yo invito a mis consultantes a volverse más cínicos. Que piensen menos y vivan más. Que se despreocupen por el qué dirán. Que dejen de perseguir todo lo relacionado al éxito. Que vivan más frugalmente. Que se desconecten tecnológicamente. Que sean más honestos consigo mismos. Que disfruten el viaje y no tanto del destino. La vida es ya, esto que nos está sucediendo y no necesitás visa para experimentarlo.
Si hubiera entendido esto en mis treintas…
Allan Fernández, Psicoanalista y Asesor Filosófico / Si querés sostener una consulta individual para profundizar en esto, podés contactarme a través de este enlace. También podes seguirme a través de Facebook, Instagram, TikTok y/o visitar mi página profesional.
Feliz de haberlo encontrado para compartir mi crisis de los 30’s. Gracias por la ayuda y por la escucha. A pensar menos y vivir más, excelente reflexión.
Con mucho gusto Natalia.
Allan ya tengo 14 años de subir a un avion , mis ultimas odiseas han sido por carretera y como disfruto ese interin del viaje , el paisaje , los pueblos , es un reto visual . Aveces pensamos estar aburridos , la rutina , no nos asombra ya nada , pero yo pienso que debemos ser como niños pequeñitos , asombrarnos por todo, la vida es muy interesante , en todo lado vuelan mariposas y moscas tambien , hasta la basura tiene vocaciones artisticas si la sabemos transformar , Andy Warhol hacia arte de una caja de tomate y es valido, se vale ser cinico, se vale dejarse llevar por la sola experiencia de viajar sin aun haber llegado, es mas lindo aun no haber llegado .
Tal cual Elvis.
Excelente, lo felicito, palabras sinceras y muy necesarias. Creo que también aplica a otras edades más arriba de los 30, el apuro contemporáneo y el éxito material son narcóticos con efectos tan efímeros que no son suficientes para verse al espejo y saberse o no feliz.
Le agradezco tanto el aporte como la atención Salomón.
Para ser alguien cree que paso por sus 30 hace un tiempo, es increíble la manera en la que logra conectarse, es la primera vez que me siento identificada, que siento a flor de piel que alguien entiende justamente lo que significa «la crisis de los 30’s» Gracias…
Gracias Carlina. Uno de mis mejores amigos insiste en que los millennials me caen muy bien porque en el fondo soy uno, desfasado cronológicamente. Saludos.
Yo quiero leer sobre los cínicos. Algún texto recomendado?
Eso depende Valeria. Si querés leer algo clásico, helénico, buscá a Diógenes. Si querés leer algo más contemponáneo, «crítica de la razón cínica» de P. Sloterdijk. Saludos hasta allá.
Da gusto leer.. gracias Allan 🙂
Gracias a vos Halina. Saludos.
Allan ya tengo 14 años de no pl a un avion , mis ultimas odiseas han sido por carretera y como disfruto ese interin del viaje , el paisaje , los pueblos , es un reto visual . Aveces pensamos estar aburridos , la rutina , no nos asombra ya nada , pero yo pienso que debemos ser como niños pequeñitos , asombrarnos por todo, la vida es muy interesante , en todo lado vuelan mariposas y moscas tambien , hasta la basura tiene vocaciones artisticas si la sabemos transformar , Andy Warhol hacia arte de una caja de tomate y es valido, se vale ser cinico, se vale dejarse llevar por la sola experiencia de viajar sin aun haber llegado, es mas lindo aun no haber llegado .
El aspecto milaroso de lo cotidiano Elvis, tenés toda la razón. Más cinismo y menos drama. Saludos efectuosos.