¿Se puede vivir bien sin intentar ser feliz?

Tiempo de lectura estimado: 20 minuto(s)

Es una buena pregunta. Encontraremos los que consideran que no, que es imposible, que -de hecho- es una contradicción, ya que requerís ser feliz para poder vivir bien y, por ende, si te tropezás con alguien que viva bien, automáticamente estarás en presencia de alguien feliz. Tal parece como si felicidad y bienestar se podrían hasta intercambiar, cual si fueran sinónimos. La gente feliz vive bien y los que viven bien son felices.

Pero lo anterior no a todos nos resulta realista. ¿Argumentos? Muchos. De entrada, les puedo compartir uno: si por «ser feliz» entendemos a alguien que siempre se encuentra en ese «mood» -la felicidad es un estado emocional-, entonces tendríamos que convenir en aceptar que ese ser humano nunca ha existido. Es materialmente imposible ser -estar- feliz todo el tiempo. Requerirías de una total desconexión de la realidad para reaccionar, siempre, de modo feliz, aún y cuando se presenten las muy normales vicisitudes propias de la existencia humana. Una persona normal -si me permiten el simplismo- es aquella que cuando le pasa algo triste se siente triste y cuando le sucede algo alegre, se siente alegre. Como podrán ver, nuestra emoción es siempre el resultado de un evento «x». No se puede andar siempre con el mismo estado emocional. Primero la situación, luego la reacción emocional. Verán entonces ustedes cómo estas nuevas propuestas de levantarse con buena actitud para que el resto del día sea maravilloso no son más que visiones infantiles de lo que significa vivir, desprovistas de todo realismo. Recuérdenlo: nos vamos «sintiendo» respecto a lo que nos va sucediendo. Pensar que la felicidad es una decisión, en el mejor de los casos es ingenuo, en el peor, una locura. Una imposible de sostener.

Por supuesto que todos querríamos levantarnos como se nos muestra en esta imagen. Pero, sobra aclararlo, esta es una escena ficticia: es una modelo en un set diseñado para generar una sensación de descanso, frescura y paz, ergo: no es la realidad.

Resumiendo, para poder pasar a otra idea, ser siempre feliz es imposible. Pero, no sólo eso. Esa búsqueda constante de felicidad -o al menos de aparentar serlo- termina causándonos graves daños emocionales. Ya yo lo había levemente denunciado en mi publicación titulada «Perseguir la felicidad nos enferma de ansiedad» . Aparentar, en la medida que reconocemos estar proyectando algo que no somos, no puede llevarnos a un buen lugar. Pareciera una conclusión basada exclusivamente en el más básico sentido común. El famoso «fake it ‘til you make it» (en castellano sería algo así como «actúalo hasta que lo logrés»), en términos de alcanzar la felicidad, no aplica. Sé que ustedes pueden -sin necesidad de haber estudiado psicología- distinguir a alguien feliz de alguien que nos quiere convencer de su felicidad (las redes sociales están repletas de ejemplos).

Entonces, si este que escribe descarta -ustedes no tienen por qué pensar igual, no se preocupen, es sólo mi opinión- de plano la posibilidad de andar siempre en modalidad «felicidad contagiosa», nos quedan dos caminos:

  1. olvidarse de una vez por todas de vivir bien
  2. intentar vivir bien sin tener que andar maníacamente detrás de la felicidad 24/7.

Si se me permite confesarme, reconozco que por años pensé que la posibilidad 1. era el destino de todos, tanto de los que pensábamos así como de los que soñaban con finales felices. Hoy ya no soy tan oscuro, tan fatalista. Me he vuelto un poco menos dramático. Hoy en día estoy convencido que podemos tomar el camino número 2. No es fácil, al menos para mí. Aún escucho una voz en mi interior que me quiere convencer que en realidad la única realidad es la del punto 1. Es un aspecto de mi sombra. Se que no se va a ir a ningún lado. Solo trato de no ponerle mucha atención.

Definamos «vivir bien». En realidad, aún y cuando probablemente vivir bien nazca de la subjetividad del que intenta definirlo, tendríamos que encontrar algunos elementos esenciales, los cuales serían deseables para todos -o al menos para una mayoría-. Vivir bien, entonces, para algunos, asumo que será el ser admirados por muchos. Otros pensarán que vivir bien requiere habitar espacios exclusivos. No faltarán los que utilizan como métrica la cantidad de dinero que acumulan en sus cuentas bancarias. Para otros será la consecución del proyecto social más extendido, a saber: pareja, hijos, casa con cerca y Golden retriever. Tener mucho trabajo, haber visitado la mayor cantidad de continentes, etc. Eso que andamos persiguiendo, siento desilusionar, el sistema desea que todos lo deseemos. Sí. Es así. Todo lo que andamos persiguiendo alguien quiere que nos resulte atractivo. La familia -las familias- termina reproduciendo y heredando aquello que el entorno social requiere que encontremos valioso. En términos de desear, somos muy poco originales. Más o menos todos deseamos cosas -y situaciones- parecidas (aunque claro está existen deseos que se diferencian de acuerdo al género, la posición socioeconómica, el nivel de escolaridad, la tradición de fe a la que pertenecemos, etc.).

En la Antigua Grecia, allá por el siglo III A.C., apareció un pensador el cual, al día de hoy, sigue dando de qué hablar. Epicuro fue su nombre, fundador de lo que actualmente llamamos la visión filosófica epicureista. Varios fueron sus postulados -algunos son tremendamente actuales, otros gozan de menor validez, debido al paso del tiempo-. El que me interesa compartir hoy es este: vive mejor aquel que intenta vivir del modo más simple. Acumular -o la versión actual, consumir hasta lo que sabemos que no necesitamos- vendría siendo un contrasentido, ya que toda adquisición no logra más que complejizar nuestras vidas. Vivir bien, entonces, para este modo de ver la realidad, requiere vivir del modo más simple posible. Vivir una vida sencilla es sinónimo de vivir bien, según Epicuro y sus seguidores. La búsqueda del placer -elemento fundamental de esta escuela- no apunta al placer por el placer. No estamos en presencia de un hedonismo a ultranza. No. El placer se encuentra en las cosas sencillas, en lo más próximo, en lo que nos reporta la realidad que habitamos en este momento. Desear -caballo de batalla del sistema en el que vivimos- es visto como un impedimento para todo aquel que busca vivir bien, ya que aquel que regula su vida y esfuerzos de acuerdo a lo que aún no ha conseguido, desprecia su realidad por otra que no es, que no existe, que no ha sucedido. Cambiar entonces el futuro -incierto como siempre es- por el presente, para los epicureistas, es una apuesta segura por el malestar. Alguien que viva así no sólo no conseguirá vivir bien, sino que se asegura una infelicidad constante, aderezada esta de decepciones y frustración.

Alguien en este momento piensa: «Allan, vos y tus autores de hace siglos. Todo eso ya pasó de moda». Bueno, en realidad intentar pensar del modo correcto espero que nunca deje de estar de moda. Estoy de acuerdo en que no porque un griego hace 24 siglos dijese «x» o «y» cosa, tendríamos que creerle. Esa es la belleza de la filosofía, a diferencia de los sistemas religiosos. No necesitás creer nada. Solo tenés que intentar poner en práctica eso que los antiguos sabios planteaban. Será el tiempo el que te demuestre si ellos tenían -o no- razón. Epicuro, al menos a mí, no me interesa tanto como la posibilidad de vivir bien.

Pero, esperen. No es cierto que estas sean ideas del pasado. En la actualidad, con solo buscar un poquito, encontrarán tres movimientos totalmente emparentados con el epicureísmo: el minimalismo, el esencialismo y la vida lenta. Como podrán ver, intentar vivir bien sigue estando de moda. No es fácil, pero vale la pena intentarlo.

En síntesis: se puede vivir bien sin intentar frenéticamente ser feliz. Se requiere entonces:

  • desaprender programaciones dañinas
  • aprender modos más sanos de vivir
  • no caer en las trampas del sistema (positivismo tóxico, consumismo, comparar nuestra vida con las farsas que nos presentan las redes)
  • recordar que vivir bien no es una meta, es un intento diario. Unos días sentiremos que lo logramos. Muchos otros sentiremos que resulta imposible. Esa es la vida: bajos y altos.
  • hacer un inventario de los espacios que habitamos (trabajo, profesión, familia, amigos, ciudad). Es más fácil vivir bien cuando estamos rodeados por personas que también lo están intentando.

Bueno, se que no profundicé demasiado. El epicureísmo es un terreno muy extenso. El del «vivir bien» también. Ya podremos seguir conversando al respecto…

Allan Fernández, Psicoterapeuta y MsC. en Psicoanálisis / Si querés sostener una consulta individual para profundizar en esto, podés contactarme a través de este enlace. También podes seguirme a través de FacebookInstagram y/o TikTok. También podés visitar mi página profesional.