Sobran los motivadores

Tiempo de lectura estimado: 12 minuto(s)

¿Qué es exactamente un motivador. ¿Se estudia para eso o, como muchas otras «profesiones» autoinventadas, nacen de una especie de llamado místico, profundo, «espiritual»? Las famosas vocaciones. «Callings» en inglés. La vocación es esa reacción ocurrida cuando algo (¿alguien?) se comunica con una persona, aparentemente de modo telepático. Ese que escucha el llamado -el receptor-, no tengo idea cómo, valida dicho mensaje. Acto seguido se lo endosa a algún ser sobrenatural -el emisor- y, desde ese momento acepta una especie de destino impuesto. Ahí se acepta el llamado. Es más o menos como recibir una llamada por cobrar, con la única diferencia de que desconocemos la procedencia: puede provenir del cosmos, de una imaginación sobreestimulada, de alguna desconexión neuronal o de un exceso de deudas económicas. Ahora, si eso que le habló existía, se lo inventó, es producto de una insolación o del uso continuado de algún fármaco, nunca lo sabremos. Las vocaciones tienen el poder de evitar la constatación fáctica.

Volviendo a la «formación» de estos personajes, ¿existirán las universidades de motivadores? ¿Se puede obtener una maestría en motivación o al menos un diplomado en técnicas motivacionales? ¿Pertenecen a algún ente regulador, sea una institución mundial, americana o al menos local? ¿O simplemente un día se me ocurre que voy a motivar gente, me aprendo de memoria unos 4 slogans, unos 3 versículos, un par de dinámicas y listo?

Nunca he escuchado a un motivador. Intenté ver en Netflix el documental de un famoso «coach» («coach» no es sinónimo de motivador, lo se bien), el cual cobra miles de dólares por recordarles a los asistentes que andan cargando asuntos pendientes de tratar, les pega una mega regañada, los deja moqueando y luego los dirige a sus asistentes para que les «ayuden» a liberarse. Con 10 minutos tuve suficiente. Basta leerse 3 articulitos del Freud más joven, para entender que causar una descarga emocional en un ser humano se siente liberador. Pero también se sabe que esa liberación es una especie de «rush» bioquímico, el cual en dos o tres días desaparecerá. No será casual que en estos famosos talleres de autodescubrimiento -acá tenemos también versiones más tropicales de este tipo de personajes-, lo mejor, lo más «profundo», quede para el segundo taller. Y luego vienen una serie de reuniones de seguimiento… y así.

He leído sobre motivadores -no he leído lo que escriben, no tengo tanto tiempo- y en todos encuentro algo similar: les sucedió algo terrible y parece que, a partir de esa vivencia, se les activó una especie de sabiduría dormida, individual y a la vez ancestral, cósmica, etérea, la cual sienten la urgencia de compartir. Es una especie de impulso filantrópico, eso sí, mediado por lo mercantil. Al que se cayó de una montaña, a la que la dejó el esposo, al ex-atleta que no pudo continuar su carrera por una súbita lesión, a la que descubrió que es genitalmente insensible, a ese, a esa, en un momento de inspiración, se le impone la necesidad de mostrar su camino e invitar a otros a que lo -la- sigan.

Asumo que habrán personas interesantes, con algún grado de formación académica en algo emparentado a las ciencias humanas -no dudo que existan cientos de motivadores con conocimientos en finanzas-, que sucede que quisieron, como una actividad paralela, compartir sus vivencias. Eso está bien. ¿Qué tanto valor tiene escuchar lo que le suceda a otro? -los famosos «testimonios»-, asumo que a algunas personas les será fundamental, a otros no tanto. Mi problema con los motivadores es un poquito más psicológico. Más filosófico inclusive. Más biológico, si se quiere.

El que requiere que lo motiven, una vez alcanzada la sensación de sentirse motivado por vía externa, continuará requiriendo de dicha dosis. Se va a acostumbrar a ella. Todos conocemos insignes lectores de textos de auto-ayuda que ya podrían escribir una tesis, si la auto-ayuda fuese una profesión. El calorcito interno que genera que alguien me pase motivando, se vuelve una descarga placentera, por ende deseada y de allí, necesaria, requerida. Si a alguien le interesa internarse más en esto, puede investigar sobre el sistema de recompensa neuronal. Yo volveré a este tema varias veces. Es que ahora todo se convierte en adicción y hasta se ve bien: la fe, comer sano, alzar llantas de tractores, trabajar, etc.

No. Yo no soy motivador. Este blog apunta hacia otro objetivo, mismo que muchos han señalado desde siglos atrás, mucho antes de la invención del cristianismo: les voy a contar cómo se puede llegar a automotivarse, sin necesidad de gastar dinero, tiempo y expectativas en alguien que, probablemente, solo encuentre motivación en hacerles creer a otros que sí sabe cómo alcanzar dicho estado. «Nadie puede guiar a alguien a alcanzar un estado que no conoce». Otro día seguimos…

Allan Fernández, Psicoanalista y Asesor Filosófico / Si querés sostener una consulta individual para profundizar en esto, podés contactarme a través de este enlace. También podes seguirme a través de FacebookInstagram, suscribirte a mi boletín y/o visitar mi página profesional.

3 comentarios

  1. Diego Fallas

    Mae. Sí se estudia «motivación». Yo lo hice, se estudia y hay títulos (yo tengo uno). El 90% de nuestro «movimiento hacia» viene de una voz interior y el 10% del ambiente, se calcula empiricamente.
    Un motivador facilita el escuchar esa voz interior… -uno de verdad-.
    Los payasos que gritan «tu puedes triunfar»… pues qué decir, eso es relativamente fácil si te gusta el teatro el baile y la charanga.
    Suerte en tu «no motivacional blog»… (bromas).
    Te leeré luego.

      • Diego Fallas

        En realidad mentor o coach van mejor con la descripción mía de motivador.
        Si creo que motivarse con sólo estímulos externos es como excitarse sólo con pornografía… superficial, pasajero y contraproducente en el mediano o largo plazo
        Pura vida Allan.

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