Tiempo de lectura estimado: 11 minuto(s)
Es probable que para muchos sea yo considerado un «alarmista tecnológico». No faltará el que piense que le doy demasiada importancia al asunto de las redes ya que, en el fondo, según esta persona, no nos queda más que aceptarlo. Quizás lo sea, pero creo tener buenas razones para alarmar-me y alarmar-los, como psicólogo, como ciudadano… como papá.
¿Cuántos amigos tiene usted según su contador de Facebook? ¿Son realmente «amigos? ¿Lo consideran ellos a usted su amigo? ¿Cuántos aceptó por compromiso? ¿A cuántos les envió usted invitación por razones nada amistosas? ¿Dice esta cifra algo de usted? ¿Ha tenido una comunicación personal con cada una de estas personas? ¿Los invitaría a su boda, a su graduación? ¿Recibirá usted invitación a sus bodas y graduaciones? ¿En caso de ser invitado, asistirá? ¿Asistirán estas personas a su sepelio? ¿Asistirá usted a los sepelios de ellos?
Tres personas muy cercanas, en el transcurso de un par de días, me enviaron la misma noticia: 1 de cada 4 jóvenes adultos no cuentan con un solo amigo cercano. No pocos comentaristas sociales -y no por nada- están llamando a esta generación la «generación solitaria». ¿Pero cómo puede ser esto posible? Si sus redes están repletas de amigos y seguidores, los cuales en cantidad no tienen nada que envidiar a las miles de fotografías publicadas, en las que siempre encontraremos dos elementos en común: alguien más abrazado al propietario de la cuenta -pueden ser varios- y sonrisas en todas sus expresiones. Algo no anda bien. ¿Cómo esta gente tan «social» y sonriente se encuentra tan sola? Cito a mi madre: «pero, entonces, ¿qué hacen todo ese tiempo pegados a sus celulares?» Pues bien, no estamos seguros. Lo que sí sabemos es que el que está al otro lado de la interacción no es considerado un amigo cercano por el 25% de las nuevas generaciones.
La soledad, según este nuevo estudio (llevado a cabo en una población de más de 1200 encuestados), ya no solo se refiere al ámbito de las parejas sentimentales. Da la impresión que por allí andan bastantes treintañeros sin pareja y sin amistades profundas, amistades «light» podríamos llamarles a las que sí poseen. Ante un panorama como este, citando a un autor cuyo apellido no recuerdo: «lo único que no tenemos claro es en qué momento empezar a gritar«.
Mark Zuckerberg no me interesa tanto como para leer una biografía, así que tendré que valerme de lo observado en la película «The Social Network», dirigida por David Fincher. La idea que me queda es la de este joven, este «geek» como ellos mismos se autodenominan, con 0 capacidad de conseguir el mínimo grado de atención social. Podríamos decir que era un muchacho muy brillante y muy solitario. Carecía de amigos y ni qué decir de una pareja. ¿Resta eso valor a su lugar en la historia? No, en lo absoluto, pero quiero que pensemos por qué habrán decidido llamarle a los usuarios de Facebook «amigos». Podrían haberles llamado «pals», «buddies», «dudes», etc., pero AMIGOS me parece exagerado.
Pues no. Claro que los contactos en Facebook no son amigos solo por el acto de aceptar o recibir una solicitud, lo cual, si lo piensan es realmente raro (me refiero a solicitarle a alguien ser su amigo). Es que las amistades se gestan casi siempre de modos inesperados, casi diría azarosos. Y las buenas amistades, las robustas, toman de muchas experiencias compartidas y de mucho tiempo. MUCHO. Repito, mucho tiempo y experiencias.
Si las redes sociales son las causantes de esta epidemia de soledad, no podría yo afirmarlo ni obviarlo, aunque no creo que estén ayudando mucho en tanto solución. Lo que realmente me preocupa es esta incapacidad actual de crear lazos sociales con algún grado de consistencia. Ahora, por otro lado lo entiendo. Debe ser difícil ser amigo de alguien que, en lugar de interactuar de un modo humano, no logra separar su mirada de una pequeña pantalla, a la espera de algo que, aparentemente, es más importante que el momento que se está intentando compartir. Ya lo había dicho hace un par de años, solo que en otro contexto: «si tenés que competir con el celular de tu pareja por su atención, ya perdiste«.
No tengo muchos amigos, pero espero que ellos sientan que pueden contar conmigo. No suelo estar muy presente en sus vidas, pero me gusta pensar que los espacios que compartimos no se ven estorbados por distractores tecnológicos. Y en cuantos matrimonios en que deseen que yo esté, ahí estaré, se casen 1, 2 o 3 veces. Y si necesito acompañarlos a igual número de divorcios, también estaré allí. Es que son mis amigos y como bien planteó Aristóteles: «nadie querría vivir sin amigos, aun estando en posesión de todos los otros bienes«.
Pd: para este que escribe, las mascotas, aunque son muy tiernas, tampoco caen en la categoría de «amigos».
Allan Fernández, Psicólogo Clínico / Facebook