Sobre el divorcio

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Es muy probable que usted haya leído previamente alguna de mis entregas. Hace 5 años inicié un blog -otro, no este- que buscaba concentrarse en el amplio espectro de las relaciones sentimentales. Lo titulé «Enredos Amorosos». Gané cientos de amigos y uno que otro detractor. Mi objetivo: educar. Hoy me encuentro, tanto en sitios públicos como vía mensajes, a muchas personas que vieron modificada su visión de lo que debería considerarse aceptable -o no- a lo interno de una relación. Me gusta pensar que para algunos, seguir mis publicaciones produjo un efecto terapéutico (del griego «therapeuein«: aliviar).

Los que no se sintieron muy complacidos con mis «posts» solían achacarme mi frío y pragmático modo de concebir las relaciones. Llegaron incluso a asegurar que para mí la pareja era algo desechable. Inicialmente traté de explicarles que esa conclusión procedía mucho más de su subjetividad que de lo que yo publicaba. Rápidamente me di cuenta que el que leía eso no iba a cambiar de parecer. La ventaja de haber estudiado psicología es que notás rápidamente cuando alguien está proyectando algo que proviene de su interior…

Todos iniciamos una relación con la firme convicción/fantasía de que esta sí será la última. Sin embargo, las estadísticas son mucho más frías y «desoladoras» que mis publicaciones: 1 de cada 2 matrimonios heterosexuales terminan en divorcio. ¿Razones? Cientas. Infidelidades, intromisión de la familia de uno -o ambos- en ámbitos que no les corresponden, irresponsabilidad financiera, falta de madurez, desidia, futbol, etc. Acá creo que no aplica aquello de que «lo que bien inicia, bien termina» y si resulta mucho más sencillo encontrar parejas para las que el viejo adagio «lo que mal empieza, mal termina» se termina convirtiendo en una especie de destino.

Conozco noviazgos tan pero tan dañinos que creyeron que lo solucionarían conviviendo. Parejas en convivencia tan disímiles que pensaron que el matrimonio les daría la afinación perdida. Matrimonios tan caóticos que intentaron volver a la calma concibiendo un hijo. Padres de familia tan distantes emocionalmente que resolvieron su lejanía durmiendo en cuartos separados. Como podrán ver, cientos de parejas toman la decisión menos inteligente.

Hace muchos años, alguien llegó a mi consultorio y me pidió ayudarle a diagnosticar si su relación tenía futuro. Yo le contesté que sí, todas lo tienen. La pregunta no era esa. Era si su relación parecía enrumbarse hacia el futuro que ella deseaba. Una relación en que una persona agrede a otra y esta piensa que ser objeto de agresión es natural tendrá futuro, en la medida en que ambos continúen pensando que dicha práctica está justificada. Desde ese momento, y sin tenerlo yo necesariamente planeado, me convertí en un «diagnosticador» de relaciones. Y no necesitaba tener a ambos miembros frente a mí. Estoy seguro que cada uno tendrá una visión diferente de los hechos. Mi trabajo no es darle a uno u otro la razón (eso se resuelve en los juzgados de familia). Yo me dedico a demostrar si eso que está sucediendo tiene sentido -práctico y a futuro- continuar sosteniéndolo. Es curioso. La gran mayoría de los que consultan terminan asegurando que llegan a la misma conclusión que habían formulado antes de visitarme. Quizás solo querían un punto de vista profesional. Una opinión menos subjetiva.

En otros países -no sé si en el nuestro- existen «coaches» de divorcio. Sí. Personas que les ayudan a las parejas a llegar a un final honroso, con el menor grado de drama posible, en que ninguno tenga que salir demasiado lastimado (emocional, financiera, social, familiar y menos aún físicamente) de un proyecto que, como cientos en nuestras vidas, simplemente no funcionó.

Ahora, mejor aclaro esto: creo fervientemente en el poder evolutivo de consolidar una pareja, siempre y cuando contemos con los ingredientes apropiados: respeto, confianza, admiración, madurez, etc. (en mi otro blog encontrarán más de 100 publicaciones al respecto).

No. No creo que divorciarse sea algo sencillo. Sin embargo, sé que hay relaciones que generan más dolor al intentar sostenerlas que al terminarlas. No creo que un divorcio tenga que ser considerado un fracaso, ni menos aún podría aceptar que una mala relación sea vivida como una especie de factura karmática o destino ineludible. Para los que no confiamos en seres o energías sobrenaturales guiando nuestra existencia, no nos queda más que volvernos responsables de nuestro bienestar.

Como alguna vez escuché: «un buen divorcio es mejor que un mal matrimonio«. ¿No me creen? Pregúntenle a los hijos de padres que, por evitar una separación, destruyeron eso que tanto deseaban preservar. Se que conocerán muchas historias…

Estamos de viaje… eso es vivir. No tiene sentido mantenerse en un lugar en el que nuestra oportunidad de continuar creciendo se detiene. Y menos aún tenemos el derecho de atrasar a los otros (hijos incluidos).

P.d.: recordé que ya me había referido a este tema previamente. Si desean leerlo, pueden darle click a este enlace.

Allan Fernández, Psicólogo Clínico y Orientador Filosófico / Podés seguirme a través de Facebook y/o suscribirte a mi boletín.

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